MUNDO NEUTRO
MUNDO NEUTRO visto desde mi
balcón en Tel Aviv
Este es el mes de las
migraciones. Esta mañana vi una bandada de unas 30 cigüeñas volando rumbo al
sur. De Europa a sus cuarteles de invierno en África van bordeando la costa
oriental del Mediterráneo. Pasan frente a mi balcón apuradas, como si supieran lo
peligroso de este vuelo. El ejército las puede confundir con aviones no
piloteados. Las palas de un helicóptero las puede hacer polvo.
El resto del día pasan volando
helicópteros militares. Generalmente vuelan de a dos, juntos pero a distancia
prudencial. Creo ver helicópteros Sikorsky, grandes y pesados. Otros
helicópteros son chicos y delgados. Son helicópteros de ataque bautizados Apache,
parecen sacados de Atari, pero en realidad el juego los copió. Muy de vez en
cuando pasa un helicóptero solitario de la policía, o de la municipalidad o
algun taxi volador.
Y yo, sentado en mi balcón,
sentado en el ombligo del mundo, veo pasar la naturaleza y veo pasar lo
anti-naturaleza. El sol se pone, y el crepúsculo trae algunas nubes altas cada
minuto mas oscuras. De noche adivino los helicópteros, cuando consigo oír los
motores. Tambien veo las luces de los aviones comerciales que vienen desde
occidente al aeropuerto de Tel Aviv.
Ya es noche. Sigo sentado en
mi balcón, víctima no solo de los mosquitos sino de mis pensamientos
encontrados. Las tragedias propias y las tragedias ajenas, todas ellas tan
mías.
Cuarenta años atrás tuve de
alumnos médicos de Gaza que querían entender como funciona un hospital moderno.
¿Dónde estarán? ¿Qué hicieron de lo aprendido? ¿Qué me importa ahora, cuando
gentes de su comunidad cometió tan horribles atrocidades en el sur? ¿Y que pasó
con los pacientes que atendí en el campamento Dir el Balaj en Gaza esos mismos
años?
¿Me odiaran como intuyo me
odian? ¿para que sirvió tanto esfuerzo físico e intelectual si ahora las
emociones encontradas paralizan todo intento racional?
Y yo me iré un día, no falta
mucho y solo quedará este mundo neutro, neutro frente al dolor, neutro frente
al amor e indiferente a las opuestas pasiones humanas.
Les deseo a mis nietos que las
cigüeñas sigan pasando.
Yo me refugio en la poesía de
Nicolas Guillen.
Mirad al Capitán del Odio,
entre un buitre y una
serpiente;
amargo gemido lo busca,
metálico viento lo envuelve.
En una ráfaga de pólvora
su rostro lívido se pierde;
parte a caballo y es de noche,
pero tras él corre la Muerte.
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Pasó una paloma herida,
volando cerca de mí,
iba volando, volando,
volando, que yo la vi.
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