De próceres, caballos y calesitas.

Los próceres de la Patria eran seres inmaculados, inmarcesibles, intachables, justos, sobrehumanos que vivieron hace mas de 100 años y murieron pobres y olvidados hasta que por motivos políticos fue conveniente resucitar su memoria.

Existen varios tipos de próceres. Los hay de a caballo y los hay doctores. Los de a caballo gozan de unas estatuas imponentes. Los demás, como están de a pie tienen monumentos mas modestos. Un militar que quedó desmontado por razones que no conozco fue Lavalle. En cambio, se ligó una columna de 16 metros de altura apropiada para dar vértigo a cualquiera que no fuese Lavalle. Las estatuas sobre columnas representan prohombres parados sobre “la victoria”. En este caso esta interpretación es irracional ya que Lavalle murió baleado tratando de salir de la casa en Jujuy donde violó a una chica que secuestró en Salta. Si me preguntaran a mi, aconsejaría hacer una estatua ecuestre con Lavalle empuñando su sable, que es lo que sabía hacer.

No puedo comentar a Lavalle sin decir algo con respecto a Dorrego. A Dorrego lo pusieron también en alto, pero en una modesta plazoleta en el microcentro, entre edificios bastante grandes como para que pase desapercibido. Para peor crecieron los árboles e impiden ver al prócer. Mas tenebroso es el hecho que el intendente lo enjaulo. Las jaulas para los monumentos son una peste porteña difícil de entender. Este monumento debe estar en la lista de los peor emplazados de CABA. La gente pasa y no lo ve. Yo me llevaría a Dorrego a alguna plaza mas abierta y pondría en su lugar algunos bancos para sentarse y tomar mate. Tambien puede ser que el hecho de no poder ver el monumento sea un acto de clemencia para con el escultor… las alegorías que agrego a la estatua y rodean a Dorrego son rígidas e incongruentes. ¿Qué victoria celebra “la Victoria” a su lado? ¿la del fusilamiento?   

A Belgrano, que fue mas que nada abogado lo tenemos a caballo. Hay una fábula muy extendida que sostiene que el número de patas del caballo que están apoyadas señala si el prócer murió en la cama o en batalla. Pues bien, siempre supe que Belgrano murió en la cama, pero las patas de los caballos en que montaron a Belgrano me producen inquietud por la indecisión acerca de las patas. En Buenos Aires el caballo del Dr. Belgrano tiene levantada una pata. En cambio, en Rosario tiene levantadas dos patas. En Córdoba tiene las cuatro patas apoyadas y si no supiera que es Belgrano diría que es un resero con un caballo copiado de algun dibujo de Molina Campos.

A San Martin le pasa lo mismo. En el Cerro de la Gloria el caballo de San Martín tiene las cuatro patas en el suelo. En Buenos Aires solo las dos traseras. Tambien en Boulogne sur Mer el caballo de San Martín esta en dos patas pero solo una es delantera.  En Paris, donde San Martín vivió muchos años, cosa que en la escuela no enseñan, el caballo tiene tres patas en el suelo. En realidad, San Martín no cruzó los Andes cabalgando un caballo blanco, tampoco un caballo de otro pelaje, sino que cabalgó en una mula patriota y anónima cuando pudo y en parte lo llevaron en camilla debido a sus problemas de salud. Los caballos no son de confiar en los desfiladeros de la cordillera. Esos días las mulas estarían baratas ya que la exportación de mulas desde el que sería el norte argentino hacia las minas de Potosí estaba cortada por la guerra. Hoy en día las mulas siguen llevando y trayendo por los senderos del Aconcagua, pero al servicio de los turistas.   

 

En fin, se ve que basarse en las patas del caballo para saber como murió el jinete es como adivinar el futuro mirando la borra de café.

Personalmente prefiero los caballos con las cuatro patas en el aire, ensartados en un caño que los hace subir y bajar al ritmo de la calesita. En situación ideal un gurí de pocos años cabalga hacia la sortija manejada por el calesitero. Esto viene a colación a que la primer calesita porteña estuvo ubicada en plaza Lavalle. (Recuerdo que “mi primer calesita” era movida por un rocín con los ojos vendados dando vueltas en la parte interna de la calesita. Pobre animal). Despues vinieron en cuotas, sobrinos, hijos y nietos todos cabalgando hacia sus sortijas, con su tío, padre y abuelo respectivamente vigilando y recordando las calesitas de su propia infancia…

¿Cómo llegué a las calesitas? Ah! ¡Los próceres!

A los próceres de nuestros días los recordaran en el futuro cabalgando una bicicleta bursátil y no un cuadrúpedo. Tambien hubo uno que cabalgaba una Ferrari…   













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